El gustaviano, llamado así en honor de Gustavo III de Suecia (177-92), es la versión sueca del neoclasicismo. Admirador de las cortes Francesa e Italina, el rey adaptó las modas de la época en un estilo menos lujoso. Así, los primeros interiores gustavianos se convirtieron en interpretaciones simplificadas y muy luminosas de estilo Luis XVI, con muebles principalmente blancos que creaban en las casas unas sorprendente sensación de claridad: una cualidad que ha convertido el gustaviano en un estilo intemporar y muy fácil de integrar en las viviendas actuales.
UN ESTILO LLENO DE LUZ
El estilo gustaviano se identifica por sus acabados decapados en blanco y detalles en pan de oro. Las sillas estilo Klimos (griegas) forradas en seda fueron muy populares, al igual que las de respaldo ovalado con patas curvadas o los sofás con forma de barco.
Además, este estilo tenía especial predilección por los accesorios más significativos del norte de Europa, debido a su falta de luz natural: espejos equipados con candelabros, luces de cristal... Al ser muebles de lineas esbeltas, una de las mejores mezclas es con el mobiliario contemporáneo, por el contraste con sus lineas rectas. También casa muy bien con mobiliario rústico, y muy especialmente con muebles provenzales, ya que produce un conjunto alegre, refinado y sencillo al tiempo.
También podemos mezclar piezas gustavianas con francesas o inglesas, teniendo en cuenta que el resultado será muy clásico.
El gustaviano, de líneas sutiles y claras, resulta perfecto para combinar con muebles de diseños rectos y depurados, y para aportar luminosidad y ligereza a ambientes pequeños o con poca luz natural.
TAPICERIA Y CORTINAS
Para tapizar se usaban algodones, por ser más baratos que la seda, y con fuerte predominio de los motivos cuadrados o frlores en tonos vivos (rojo, azul, verde, dorado).
Telas sobrias y de algodon ideales para el estilo gustaviano.